*Filipenses 2: 3,4. 3 “Y no hagan nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estímense humildemente, reconociendo a los demás como superiores a ustedes mismos; 4 no considerando cada cual solamente los intereses propios egoístas, sino considerando cada uno también los intereses de los demás”.
➡ ¿QUÉ NECESITAS SABER? En la esencia de Dios no existen la rivalidad ni la vanagloria, están presentes el amor y el servicio, la humildad y la obediencia. Por amor Dios envió a Su Hijo; por amor, el Hijo reveló su carácter servicial: “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos”, expresó una ocasión (Mateo 20:28). Nuestro salvador y redentor, 6 “quien existiendo antes en forma espiritual antes de venir a esta tierra, no consideró la usurpación de ser igual al Eterno Dios en esta forma espiritual; 7 sino que se despojó a sí mismo de esa forma espiritual, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, 8 humillándose a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte en el madero”. (Filipenses 2: 6-8)
Considerando esta premisa, Pablo estimula a los creyentes de la ciudad de Filipos, así como también a nosotros a derribar toda rivalidad y vanagloria de nuestro corazón, seguido de ello a escuchar el corazón de las personas. Debemos estimarnos entre nosotros mismos con actitud de humildad como miembros de nuestra familia, de una congregación, incluso de un grupo de amistad y desde luego de la iglesia del SEÑOR. En este aspecto, es fundamental que aprender a “ser prontos para escuchar, tardos para hablar”, con ello es importante mostrar empatía, es decir, ponernos en el zapato del otro. A partir de aquí podrá darse un diálogo, una comunicación entendible que culminará en un buen resultado.
Quizá tu hermano en la fe, o la persona que acude a ti, sólo quiera expresar su frustración, desgracia o alegría, por lo que lo correcto será considerarla como superior a ti, dándole ese lugar, ese respeto. Te invito a pensar en esto: siendo honestos, todas las personas tienen un talento, algo que hacen de forma excelente, algunos hasta sorprendente; muchos hacen cosas mejor de las que nosotros pudiéramos hacer, ¿estás de acuerdo conmigo?, admítelo. Sabes, Dios nos creó cada uno de nosotros con capacidades y talentos extraordinarios. Ese sólo hecho debe ser suficiente para considerar a los demás como superiores a nosotros mismos.
Cada persona, por más insignificante que pudiera parecer ante una mirada egoísta, tiene capacidades mucho mejores que uno mismo. Reconoce las capacidades y virtudes de las personas que te rodean o con quienes convives frecuentemente. ¡Vamos, mira a los demás como superiores a ti mismo!
“No mires por lo tuyo propio, mira por los intereses de los demás”. Este es un principio importantísimo a entender y llevar a cabo. Nuestro testimonio como creyentes en el Hijo de Dios se vuelve eficiente y efectivo cuando lo que hacemos, lo hacemos pensando en el otro o en el beneficio de los demás. ¿Por qué? Por un principio eterno básico, debemos entender que los mandamientos que Dios el Padre entregó, los cuales el Hijo replicó, siguen vigentes, y que hay que guardarlos y cumplirlos, no para ser salvos, sino por el hecho de que hemos sido salvos. El mismo cordero de Dios lo dijo: “el que haga uno de esos mandamientos muy pequeños y así le enseñe a los demás, será llamado grande en el Reino de los cielos, pero el que no lo haga ni lo enseñe a los demás, será llamado pequeño en el reino de los cielos”. (Mateo 5:19).
➡ ¿QUÉ TE DICE DIOS HOY? Quita toda rivalidad y vanagloria de tu corazón. Cambia tus motivaciones para hacer lo que haces. Trata a los demás con estima, dándoles un valor de importancia, reconócelos como superiores a ti mismo; No hagas las cosas considerando solamente tus intereses personales, sino considera también los intereses de los demás.
➡ ¿QUÉ ACTITUD HAY QUE LLEVAR A CABO? Busquemos la unidad espiritual, en vez de las marcadas diferencias, la rivalidad y la vanagloria, amándonos unos a otros y trabajando juntos con un corazón y un propósito. Obtengamos la capacidad de trabajar juntos, soportando los problemas de otros como si fueran los propios, pues ese el carácter de aquel que nos salvó y nos redimió, nuestro hermoso salvador, quien nos consideró a nosotros antes que a él mismo y soportó nuestro pecado como suyo propio, llevándonos con ella a la unidad con el Padre celestial.
Créeme, no vale la pena tratar de impresionar a alguien o satisfacerse a sí mismo o misma afectando su relación con los demás. Piense en esto: la ambición puede arruinar a una congregación, pero la humildad genuina puede edificarla. Tratemos a todos con respeto y amabilidad.
Escrito por Ps. Aaron Vázquez | Cristo La Roca Tívoli
RECURSOS
[1]Nuevo Testamento Versión Rectificado.