2 Corintios 5:15-19 Y él murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado. 16 Así que de ahora en adelante no consideramos a nadie según criterios meramente humanos. Aunque antes conocimos a Cristo de esta manera, ya no lo conocemos así. 17 Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! 18 Todo esto proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación: 19 esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación.
Vivimos en una época en que el escepticismo hacia las iglesias de cualquier denominación y hacia las personas que las frecuentan ha aumentado significativamente.
Lamentablemente han proliferado las noticias de líderes de iglesias cristianas que abusan del evangelio para obtener beneficios personales, y el mal testimonio de muchos que profesan ser seguidores de Jesús simplemente ha promovido el desarrollo de una sociedad que se rehúsa a creer que hay un Dios que verdaderamente salva, sana, bautiza y viene pronto.
Ante esta realidad los verdaderos cristianos deberíamos de sentirnos retados y motivados a ser un ejemplo del amor de Dios, cartas abiertas al mundo, portadores de la luz de Cristo y un testimonio vivo del poder transformador que hay en Su nombre.
Ya no tenemos más tiempo que perder. Necesitamos que las personas escépticas y cansadas de tanta religiosidad inútil en el mundo, vean a los cristianos siendo auténticos y llenos de amor y misericordia. Necesitamos ser el reflejo del amor de Dios en esta tierra, y deberíamos parecernos más a la iglesia modelo que vemos en el libro de los Hechos. Una iglesia que se ocupaba de los necesitados y que estaba llena del poder del Espíritu Santo.
Las evidencias de transformación no se predican, se modelan. Deben ser visibles en la forma en que vivimos, como hablamos, como nos relacionamos con otras personas, como controlamos nuestra lengua, como nos comportamos en la casa, en la escuela, en el colegio, en la universidad, en la calle y en nuestros lugares de trabajo.
Los cristianos verdaderos saben perdonar y pedir perdón, están listos a ayudar a otras personas que están en necesidad, son humildes, atentos, agradecidos, honestos, agradables, y alegres.
Esto no quiere decir que somos perfectos, porque si este fuera el requisito todos estaríamos descalificados. Por el contrario somos tan imperfectos como todos los humanos que caminan por esta tierra, pero la obra redentora de Cristo y su Espíritu Santo en nosotros nos dan la fuerza y la determinación para ser mejores cada día. Simplemente debemos poder mostrar evidencias de la transformación que el Señor ha hecho y sigue haciendo en nuestras vidas.
Nuestra oración es que Dios nos dé la sabiduría y la capacidad para ser agentes de transformación en este mundo, y que seamos el reflejo del amor y la misericordia de Dios para que muchas otras personas puedan ser restauradas y reconciliadas con Él.
Pastores
Rafael Cambronero y Yorleny Calvo