Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño; porque en el sepulcro, adonde te diriges, no hay trabajo ni planes ni conocimientos ni sabiduría. Eclesiastés 9:10 El almanaque del cielo tiene siete domingos por semana. Dios santifica cada día. Él realiza su santa labor a toda hora y en todo lugar. Él hace extraordinario lo común al convertir en santuarios los fregaderos, en conventos los cafés, y en aventuras espirituales las jornadas laborales de ocho horas. ¿Jornadas laborales? Sí, jornadas laborales. Él ordenó el trabajo suyo como algo bueno. Antes de dar a Adán una esposa o un hijo, aun antes de cubrir su desnudez, Dios le dio un trabajo. <<Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase>> (Génesis 2:15, RVR). La inocencia, no la indolencia, caracterizó a la primera familia. Dios ve el trabajo conforme a su propio mandamiento inscrito en las tablas de la ley: <<Seis días trabajarás, mas en el sétimo día descansarás>> (Éxodo 34:21, RVR). De ese versículo, nos gusta la segunda mitad. Pero el énfasis en el día de descanso puede hacernos ignorar el mandamiento de trabajar: <<Seis días trabajarás>>. No importa su tú trabajas en tu hogar o en el mercado, tu trabajo es importante para Dios.
Escrito por Max Lucado