Cuando el maestro de ceremonias probó el agua que ahora era vino, sin saber de dónde provenía (aunque, por supuesto, los sirvientes sí lo sabían), mandó a llamar al novio. Juan 2:9 (NTV)
Este versículo es parte del relato del primer milagro de Jesús en las bodas de Caná. Probablemente sabrán que se acabó el vino y, cuando se lo pidieron, Jesús convirtió el agua en vino. Para ello El les dijo a los sirvientes que llenaran las tinajas de agua y apenas lo hubieran hecho, les dijo que le llevaran esto al maestresala para que probara. Más adelante vemos que el vino era mejor que el primero.
Pero lo que quiero resaltar es el versículo nueve, acá vemos cómo los sirvientes llegan al maestresala y le dan de probar el vino. Notemos que el maestresala, el novio y los invitados, nunca supieron lo que había pasado. Ninguno de ellos supo que había sucedido un milagro, que lo que estaban ahora tomando era agua. Los únicos que sabían y presenciaron ese milagro habían sido los sirvientes, aquellos que eran los menos importantes, probablemente ignorados por los demás, pero ellos tuvieron el privilegio de presenciar el primer milagro de Jesús.
Así también hoy en día, cuando servimos a otros y ante todo a Dios, aunque nadie lo note y nos vea, llegamos a ser testigos de primera mano de los milagros que Dios sigue haciendo hoy en día. Sirviendo, trabajando, es que podemos ver lo que El está haciendo, no siendo solamente los invitados. Los invito a que seamos esos servidores, probablemente desconocidos por los demás, pero conocidos por el Hacedor de milagros. ¡Y seremos testigos de Sus milagros de primera mano!