Padrastro agresor. Familia desintegrada. Abandono de mi padre. Soledad nociva. Tristeza profunda. Abuso de niño. Infancia truncada. Complejos permanentes. Vacío interior. ¡Lo viví, sé lo que siente!. La suma de todo me motivó a tomar la decisión de quitarme la vida a los 21 años de edad. Lo cierto es que: «La verdad que aprisionaba mi alma debía salir, no llevarme a morir». El suicidio no comunica verdades, solo destruye grandes propósitos.
Fue entones cuando me compartieron la verdad que liberó mi alma:
+Dios te ama y tiene un gran propósito para ti.
+Dios sana las heridas más profundas del alma.
+Dios envió a Jesús porque estaba claro en que valía la pena morir por su creación.
+Dios nos dejó escrito: «Nunca te dejaré, nunca te abandonaré, yo te escogí y no te deseché».
+Dios nos recuerda: «En mi libro están escritas todas aquellas cosas que en ti fueron formadas sin faltar una sola de ellas».
+Dios ha escrito: «A mis ojos eres de gran estima».
Cuando caes en cuenta que eres la obra maestra del plan de Dios, el suicidio nunca será una opción. Entonces habrás encontrado tu propósito, habrás recuperado la esperanza y la GRACIA que habías perdido de vista, se hará visible nuevamente en tu vida.
Hoy tengo 43 años, la gente me llama pastor y sigo afirmándolo más que nunca: «Dios es capaz de convertir despropósitos en propósitos».
Marco Vega
Vida Abundante del Sur