35 La gente salió corriendo para ver lo que había pasado. Pronto una multitud se juntó alrededor de Jesús, y todos vieron al hombre liberado de los demonios. Estaba sentado a los pies de Jesús, completamente vestido y en su sano juicio, y todos tuvieron miedo.36 Entonces los que habían visto lo sucedido, les contaron a los otros cómo había sido sanado el hombre poseído por demonios. 37 Y todos los habitantes de la región de los gerasenos le suplicaron a Jesús que se fuera y los dejara en paz, porque una gran ola de miedo se apoderó de ellos. … 40 Del otro lado del lago, las multitudes recibieron a Jesús porque lo estaban esperando. Lucas 8:35 – 36, 40 (NTV)
El contexto de estos versículos es por un lado que Jesús fue a la región de los gerasenos y al llegar se encontró con un endemoniado al cual liberó (para hacer el cuento corto, puedes leer desde el versículo 26 en adelante), y cuando la gente de ese lugar se dio cuenta del milagro que sucedió, en vez de gozarse, de recibir a Jesús y querer que obre más milagros y cosas entre ellos, y escuchar lo que tiene que compartir una persona con tanto poder, se asustaron y le suplicaron que los dejara en paz. Ellos no quisieron nada que ver con El. Y de ahí vemos en el versículo 40 una actitud totalmente diferente en la gente del otro lado, aquí El fue recibido porque lo estaban esperando. Esta gente también había visto lo que Jesús había hecho, pero en vez de rechazarlo lo estaban esperando y querían que hiciera más cosas entre ellos. Tú y yo estamos en las mismas que estos dos grupos de gente: Al ver obrar a Dios alrededor nuestro, al ver como obra sanidades y milagros, tenemos la opción de pedirle que se vaya y no querer nada que ver con El y por ende no ver más de Sus obras y milagros entre nosotros, o al contrario lo estamos esperando para que siga obrando en nosotros y nos sorprenda y enseñe más. Hoy tienes una elección: serás como los gerasenos o como los del otro lado del lago de Galilea? Es tu decisión. Yo quiero ser como los del otro lado del lago de Galilea.
Escrito por: Rebekka Otremba