“Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Lucas 44-46 (RVR1960)
¿Cómo estamos atendiendo a Jesús? Esta es la pregunta que no ha dejado de hacerse oír en mi corazón, ¿Cómo atenderías tú al Rey de Reyes y Señor de Señores? ¿Qué harías por Jesús o para Jesús si llegara a tu casa en este preciso momento? ¿Si me lo preguntas a mí? Estallaría en llanto de gozo y me le tiraría encima para besarlo (esto puede ser peligroso para Jesús) pero de buenas a primeras ese sería mi primer paso, jajaja!! Jajaja!! ¿Qué harías tú? Sospecho que algo ¡parecido! Sin embargo, en nuestro pasaje, Simón, quien invita a Jesús a su propia casa, no le dio NADA…ni lo mínimo, ni agua para sus pies, ni beso, ni mucho menos aceite para su cabeza, desatendió totalmente al maestro, pero ahí estaba la mujer del perfume, quien dijo: Simón si tú no lo haces lo hago yo, y con aquella amplia revelación de quien era es Jesús, se arrojó a los pies del maestro, le besó y le adoró atendiéndole como EL y solo Él se lo merece. ¿Cómo estamos atendiendo a Jesús? Somos de los que le ignoran y se lo pierden, o de los que le atienden y lo dan TODO.
Escrito por Michael Bermudez