A ti clamo, Señor; ven pronto a mí. ¡Atiende a mi voz cuando a ti clamo! Salmo 141:1
Nicodemo llegó en medio de la noche. El centurión llegó en pleno día. El leproso y la pecadora aparecieron en medio de las multitudes.
Zaqueo apareció trepado en un árbol. Mateo le ofreció una fiesta.
Los educados. Los poderosos. Los rechazados. Los enfermos. Los solitarios. Los ricos. ¿Quién habría podido reunir jamás un grupo así? Todo lo que tenían en común eran sus baúles de esperanzas, vacíos, despojados tiempo atrás por charlatanes y explotadores. Aunque no teníannada que ofrecer, lo pedían todo: un nuevo nacimiento, una segunda oportunidad, un nuevo comienzo, una conciencia limpia. Y, sin excepción, sus peticiones fueron concedidas.
Escrito por Max Lucado